Nací en
Buenos Aires en 1952 pero me crié en La Rioja, ciudad que me
pegó el acento de por vida. Mi educación primaria básica fue con media
internación en un instituto católico de Palermo cuyo
director -un cura grandote con mandíbulas de
alemán- no se privaba de cachetear a los niños cuando lo estimaba conveniente,
cosa que ocurría a menudo. Después pasé a la escuela pública. Fue, en mi
casa, un largo período de cenar mate cocido con pan y manteca.
Cuando -influenciado por los curas de la Acción Católica- debí entrar al secundario, comuniqué a mis padres mi deseo de ir al seminario. A mi viejo casi le da un infarto: no me apoyó y me mandó al Liceo Militar General San Martín, donde pasé dos años que me marcaron en varios aspectos tanto buenos
como malos, y terminé mi bachillerato en La Rioja, lejos ya de mí la intención de ser cura.
Embarcado en
la militancia política, no finalicé mis estudios de Derecho en la Universidad
de La Plata. Para mantenerme ejercí diferentes oficios (albañil, electricista,
técnico en refrigeración, viajante...) hasta mi radicación en París en
1982, donde viví casi 25 años.
Allí eché
mano a todo tipo de actividades: me gané la vida cantando boleros y
haciendo espectáculos de títeres en el metro; fabricando pequeños
broches y marionetas de tela que vendía en la calle y ropas baratas en
las ferias barriales del conurbano. Fui ocho años
taxista en tanto cursaba a la noche en la universidad de Saint
Denis donde -luego- ejercí la docencia
como etnometodólogo hasta mi regreso a Argentina.
Durante
varios años realicé investigaciones en ciencias sociales; soy novelista,
ensayista, cantautor, tanguero, coreuta, amante de la música folklórica y
curioso de las devociones populares argentinas.
Regresé a la Argentina en 2006 y trabajo como acompañante turístico francófono.
Regresé a la Argentina en 2006 y trabajo como acompañante turístico francófono.
Como escritor, publiqué en Francia
la novela Les divans de l'exil (Éditions Passerel,
Toulouse 2001), escrita en francés y, en Argentina, la novela histórica Las
violetas del paraíso (Ediciones El cielo por asalto, Buenos Aires
2003), reflejo de mi vida militante en la izquierda peronista de los
años setenta. Fui autor de un trabajo de composición literaria en el álbum
fotográfico Diáspora, del francés Frédéric Brenner,
publicado en tres lenguas por Les Éditions de la Martinière. He
sido coeditor y autor en el rubro de ciencias sociales de la Enciclopedia
Temática Juvenil Yatay, publicada por Editorial Planeta, y de la Enciclopedia
Escolar de la R.A.E del Gobierno de la Ciudad de Buenos
Aires. Este mes (mayo de 2017) publiqué mi primera novela en versión digital -El sabor posible- a la que seguirá,
también como ebook en pocas semanas
más, la última que escribí. Luego haré lo mismo con las dos novelas que logré
publicar en papel.
Participé
en charlas, debates y conferencias en universidades, radio y
televisión sobre temas ligados a la violenta historia de los años '70 y a la
búsqueda del "Hombre Nuevo".
Realicé también investigaciones sobre
las devociones populares y tradiciones religiosas del Norte argentino.
Interesado
por las costumbres funerarias de las distintas culturas, suelo recorrer
cementerios y camposantos tras leyendas e historias sorprendentes.
Como
apasionado del tango (que "conocí" y aprendí a
bailar en París), concurro a milongas y recitales.
Milité
muchos años en diferentes asociaciones y ONG humanitarias. Comencé
a fines de los años ochenta en la sección francesa de Amnesty
International. Luego fui Coordinador para América Latina de la Federación
Internacional Música Esperanza (fundada y dirigida por el pianista
Miguel Ángel Estrella); fundé y presidí la asociación humanitaria Les
yeux ouverts, en París, y trabajé como Delegado General para la
Argentina de la asociación francesa Vol de nuit,
perteneciente a los herederos de Antoine de Saint-Exupéry.
Viajé muy poco. En ese aspecto desaproveché las
facilidades que se ofrecen en Europa. Y hoy lo lamento.
Mi vida sentimental fue como la de cualquier
persona de mi generación, con amores intensos y rupturas traumáticas. Es con mi
compañera de hoy con quien logré construir mi relación más estable y concebimos
a Alejo y a Nicanor, que llegaron el 2016 y el 2018. Ser papá de dos bebés a los 66 años es un regalo -buscado- pero con el cual ni soñaba al regresar de
París. Mis horas con ellos pasan de la incredulidad a la carcajada y de la ternura
al agotamiento físico. Y ya no puedo concebirme de otra manera.
En Buenos Aires vivo de mi trabajo de acompañante
turístico francófono.
Al escribir esta síntesis tomo
conciencia de lo variado que está siendo mi vida. Si bien nunca sobresalí en
ninguno de los rubros abordados, pude husmear en ellos gratificando mi espíritu
curioso. O sea que, salvo por períodos muy cortos, no me
aburrí. Y, tal como se me siguen presentando las cosas, no parece que vaya
a hacerlo.
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